lunes, 23 de diciembre de 2013

SWANS: "The Seer" (2012)



Una reseña escrita por Blackdecker.



A veces, la Edad Media vuelve a la música, con armadura completa para protegerse de las agresiones del mercado, de los farsantes que pretenden comer de su plato sin prácticamente esfuerzo, vuelve dispuesta a plantar cara al conformismo abrasivo que suele acabar con sus artistas, los que se van hundiendo en el sofá de la resignación. Entonces aparecen estos reverendos envueltos en furia con su dedo acusador señalando a los herejes, viciosos, flojos y pecadores, amenazando con arrastrarlos a la cruz. Repartiendo sentencias y cumpliéndolas. Pasean por la frontera con sus lobos feroces cogidos de la correa, amenazan con soltarlos a la mínima ocasión que huelan la miseria. A los dos minutos de estupideces pop, ellos contraponen treinta y dos minutos de torturas a fuego lento, prácticamente una liturgia entera. Es su credo y no están dispuestos a rendirse, ellos van por un lado, por el otro el mercado. Ellos tienen sus seguidores, son muchos años los que llevan, dicen, como para que les enseñen cómo hacerlo. Cuanta más miseria huelen, más extreman sus medidas, pero, por el corte de las canciones, parece que lo hagan en automático, fruto de la experiencia y de ese reinventarse periódico, igual que hacen los animales con las temporadas. Ensamblan y desmontan, construyen esqueletos que cubren y desnudan hasta dar con el equilibrio de fondo y forma. Cogen de aquí, de allá, hasta escogen a Morricone para algún lance. La caída, entonces, siempre será épica, sin concesiones, cortapisas ni tampoco vergüenzas. Al que le guste el post-rock, ahí le esperan, si gusta el tremendismo de metal, ellos tienen de eso. ¿Experimentación? Señor, sí, señor. ¿Grandilocuencia y exageración? Ellos son profesionales. Usted pida que nosotros veremos. ¿Canciones de más de veinte minutos? Y más. No se preocupe. Para esta nueva edad media a la que parece que nos acercamos, no nos va a faltar materia. Volverán las noches del frío y la lectura. Cuando caiga la red, volveremos a la introspección, a las armaduras y a los lobos que, viniendo de la era que venimos, por supuesto que serán de diseño. Eso sí, que no nos lo quiten, el diseño, sea el tormento que acabemos mereciendo.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Proyecto Mayhem

Aquella mañana Tyler inventó el Proyecto Mayhem.
Tyler hablaba de ser la escoria del mundo, los esclavos de la historia, así me sentía. Quería destruir todas las cosas hermosas que nunca tendría. Incendiar las selvas tropicales del Amazonas. Provocar emisiones de clorofluorocarbonos que destruyan el ozono. Abre las válvulas de los contenedores de los superpetroleros y vierte directamente al océano el crudo de pozos petrolíferos. Quería matar todos los peces que no podía permitirme comer, y empantanar las playas francesas que nunca llegaría a ver.
Deseaba que el mundo entero tocara fondo.
Deseaba respirar humo.
Los pájaros y los ciervos son un lujo estúpido; todos los peces deberían flotar muertos.
Deseaba incendiar el Louvre, volver a esculpir las esculturas de Fidias en el Partenón con una almádena y limpiarme el culo con la Mona Lisa. Así es mi mundo hoy en día.
Mi mundo, el mío, y todos los antepasados están muertos.
Fue aquella mañana, durante el desayuno, cuando Tyler inventó el Proyecto Mayhem.
Queríamos arrasar la historia y liberar al mundo de ella.
Mientras desayunábamos en la casa de Paper Street, Tyler me dijo que me imaginara plantando rábanos y patatas sobre el césped del hoyo decimoquinto de un campo de golf abandonado. Cazarás alces en los bosques húmedos del cañón cercano a las ruinas del Rockefeller Center y encontrarás almejas enterradas junto a los cuarenta y cinco grados de inclinación de la Aguja Espacial. Pintaremos en los rascacielos gigantescas caras totémicas y amuletos antropomórficos con rostros de duendes, y todas las noches, lo que haya quedado de la humanidad se refugiará en los zoos vacíos y se encerrará en las jaulas para protegerse de los osos, pumas y lobos que se pasean de noche y nos vigilan por entre los barrotes.
El Proyecto Mayhem salvará al mundo. Una glaciación cultural. Una Edad Media provocada. El Proyecto Mayhem obligará a la humanidad a hibernar y a entrar en remisión hasta que la tierra se haya recuperado.
Igual que el club de lucha hace con oficinistas y dependientes, el Proyecto Mayhem destruirá la civilización para que podamos hacer de la tierra un mundo mejor.
Aquel era el objetivo del Proyecto Mayhem: la destrucción completa e inmediata de la civilización.
El siguiente paso del Proyecto Mayhem no lo sabe nadie excepto Tyler. La segunda regla es no hacer preguntas.


Fragmentos del libro de Chuck Palahniuk, Fight Club (1996).

sábado, 26 de octubre de 2013

KONSTANTIN LOPUSHANSKY: "Dead Man's Letters" (1986)

El género del cine post-apocalíptico floreció a ambos lados del telón de acero en la época de la guerra fría, siendo la visión norteamericana la que solía dominar y la que mayoritariamente ha llegado a nosotros (nos decían quienes eran los “buenos” y los “malos”). Por el lado ruso hubo propuestas interesantísimas como es esta obra de Konstantin Lopushansky, del que ya publicamos un artículo en La Fam hace un tiempo (http://famzine.blogspot.com.es/2012/01/konstantin-lopushansky-visitor-of.html ). “Dead Man's Letters” (“Cartas de un hombre muerto”, 1986) fue la primera película de este director ruso criminalmente olvidado en la historia del cine debido a motivos que a mí personalmente se me escapan, ya que es uno de los creadores más interesantes de las últimas décadas. “Dead Man's Letters” es una de las más destacadas obras del género post-apocalíptico ya no sólo por su plasmación a nivel estético sino por lo original de su propuesta narrativa: según Lopushansky, el fin de la raza humana quizás no se produzca debido a una confrontación entre dos superpoderes políticos y económicos y sus maquinarias abstractas. Quizás un error humano, el error de una sola persona, desencadene el holocausto final. Esta circunstancia convierte la extinción del hombre en algo mucho más trágico y absurdo todavía, incluso irrisorio si se piensa bien. Los misiles están a punto de despegar por un descuido, pero el responsable de la seguridad nuclear se olvida de anularlo ya que estaba tomando café. Los misiles despegan y la guerra nuclear comienza. Minutos después decide suicidarse ante el vértigo y el horror producido por la situación que ha creado. Así empieza el fin de la humanidad. Así de ridículo. Sin culpables. Sin inocentes. El ser humano ha jugado a ser omnipotente, a controlar el universo y su destino, pero la jugada le ha salido mal. Su orgullo y vanidad le han llevado demasiado lejos en esta paranóica competición tecnológica. “¡Ha sido una equivocación!”, es el trágico grito del protagonista.

En “Dead man's Letters”, el holocausto nuclear ha arrasado la tierra y prácticamente ha hecho desaparecer a la raza humana. Sus últimos miembros se ocultan en refugios subterráneos para escapar de la radiación, viviendo en un crepúsculo permanente iluminado por la mortecina luz de bombillas viejas. En la superficie, sólo transitable con trajes aislantes y máscaras, el aire es irrespirable y la tierra está cubierta por una permanente niebla tóxica que deja entrever edificios derruidos, ruinas, chatarra, basura y cadáveres. Esparcidos por aquí y por allá, gente que vive al margen de la ley, contrabandistas, timbas de juego ilegales, carroñeros, en fin, la miseria humana que florece en cualquier circunstancia, incluso en las más extremas. Un paisaje de pesadilla desolado y devastador a nivel visual y emocional, recreado con gran maestría por Lopushansky y su equipo de cámaras a través de un trabajo monocromático dominado por los tintes de color amarillo-sepia y los planos lentos y asfixiantes. Su enfoque es absolutamente realista y minucioso hasta el último detalle, pero el genio ruso le añade una dimensión onírica y alucinatoria, un áura poética que trasciende las fronteras del lenguaje meramente cinematográfico para así arañarnos el alma y llegar hasta recónditos espacios en nuestro interior. No en vano Lopushansky es discípulo del gran maestro Andrei Tarkovski, cuyas influencias se dejan notar en “Dead Man's Letters”.

Un grupo de personas está refugiado en el sótano de un museo, sumidos en la apatía y desesperación más absolutas, viendo cómo el tiempo va pasando sin ninguna esperanza en el futuro: saben que la raza humana tiene los días contados. Algunos de ellos optan por marcharse y buscar nuevos destinos, arriesgando su vida, otros por quedarse, mientras mueren afectados por la radiación, enloquecen o se suicidan, aunque todos ellos saben que están muertos en vida hagan lo que hagan. El científico Larsen le escribe una serie de cartas a su hijo pequeño desaparecido, cartas cuyo destinatario sabe que no es su hijo (sin duda muerto) sino las futuras generaciones, en el caso de que existan. Larsen sabe que él también tiene los días contados, de ahí que él mismo considere que sus cartas las escribe un hombre muerto. De muerto a muerto.


A pesar del pesimismo inherente a la obra de Lopushansky, el final de “Dead Man's Letters” deja un resquicio para la esperanza. Larsen muere, pero antes de eso le dice al grupo de niños que se había refugiado con él en el sótano del refugio que salgan y busquen nuevos destinos, a pesar del peligro que corren en la superficie. “Mientras el hombre camine, le seguirá quedando esperanza”, es el mensaje que nos deja, mientras en la desgarradora escena final (marca de la casa) vemos al grupo de niños caminando entre las ruinas, sufriendo para avanzar entre la violenta ventisca de nieve, humo y contaminación, pero sin dejar de caminar ni un sólo momento. Y caminarán hasta que se les agoten las fuerzas. El alegato anti-nuclear de Larsen y su esperanza en un mundo mejor, inmortalizado en sus cartas, resonará eternamente en la mente de estos niños, en los edificios abandonados y las calles vacías, y quién sabe, si algún superviviente encuentra sus cartas quizá le sirvan de ayuda para iniciar un nuevo mundo.  


viernes, 6 de septiembre de 2013

ENTREVISTA: EL DESVÄN DEL MACHO


Tras más de 20 años de trayectoria y una fascinante y difícil discografía, El Desvän del Macho regresan en 2013 con su cuarto álbum, titulado "Simplicis'", tras diversos cambios en la formación y una temporada en la clandestinidad. Su fascinante sonido, oscuro y peligroso como pocos, les ha convertido en un grupo de culto en la escena nacional más underground. Su miembro fundador, J.G. Izkue, aceptó contestar las preguntas de La Fam. Desde aquí le expresamos nuestro más sincero agradecimiento.
Fotografías: Aitor Zubia-Zubiki

PROFETAS DE LA NUEVA CARNE
Simplicis'” es un extraordinario retorno, diría que es uno de vuestros mejores trabajos. Al sentir la intensidad que transmiten vuestros nuevos temas nadie creería que lleváis más de 20 años tocando. ¿Cómo os sentís respecto a vuestro nuevo disco?
Estamos muy satisfechos con la grabación, el sonido y sobre todo con la composición. Viéndolo con perspectiva, podríamos decir, que hemos acertado en las intenciones originales. Todas las personas que han intervenido en el disco han hecho que fuera cómodo el trabajo en esta nueva catarsis.

Simplicis'” suena más directo, crudo y potente que vuestro anterior disco “Vida a partir del huevo”. ¿Ha sido casualidad o ha sido una decisión premeditada?
No existen las casualidades. No entiendo ningún trabajo o proyecto que no exija dosis, a partes iguales, de meditación, intenciones y funcionalidad en el caso de la producción. Para “simplicis´” hemos prescindido de samples y sonidos pregrabados. Los arreglos en la composición se integran en los acordes de la guitarra y en fraseos de bajo, en muchas partes sincopados. Todo esto ha condicionado el sonido y efectivamente ha quedado crudo y áspero, con una saturación en previos y mesa de mezclas que remarca la producción y añade ruido.

El desvän del macho habéis conseguido un sonido absolutamente propio e intransferible que hace que no se os pueda comparar con ningún otro grupo en España. ¿Hasta qué punto es importante la disonancia en ese sonido? ¿Y la melodía?
La disonancia es importante en la banda. Las posibilidades de composición con este elemento y otros, como los armónicos disonantes, sonidos percutivos, aumentan las posibilidades compositivas. Esta es una de las variables con las que trabajamos. Otra es la melodía (voz), en muchos casos estas voces acaban siendo solos de bajo (fraseo), habituales en nuestras canciones. Siempre la melodía de voz ha estado al servicio del resto de instrumentos.

Las letras son uno de los aspectos más fascinantes de vuestra obra. Los textos son tremendamente herméticos, oscuros y de difícil interpretación, pero sugerentes e impactantes al mismo tiempo. ¿Cuales son vuestras fuentes de inspiración?
Inevitablemente la actualidad (política) y experiencia personal se ve reflejado en lo que escribo, aunque siempre trato de encriptar las letras con una estética que no la haga tan explícita. Es una forma de ocultación, ya que la escritura siempre me ha parecido un ejercicio impúdico poco soportable. Estoy seguro que la lectura de Allen Ginsberg, Panero, José Kocer, Clayton Eshleman, Lorca, Riaza… ha influido, siguen haciéndolo, en lo que escribo. Desde hace años escribo sin tener en cuenta la métrica necesaria para las melodías de voz. Me permite encajar y adaptar solo lo que necesita la canción. Siempre en los créditos de los discos incluyo las letras originales.

El genial dramaturgo madrileño Luís Riaza escribió una obra llamada “El desván de los machos y el sótano de las hembras”. En vuestro primer album también incluísteis un tema (“Digital”) con un texto suyo. ¿A qué se debió esta elección?
La creación es una forma de reivindicación; la propia, la de artistas que te han influenciado y otras personas con las que compartes, o no, ideas. Luis Riaza ha sido inspiración para el “desvän” con su teatro brutal y su manera de ver la cultura y la política. “Digital” fue un homenaje, recitamos parte de su “anticurriculum vitae”.

Vuestra trayectoria y vuestra discografía os ha convertido en una especie de “rara avis” en la escena del rock nacional. ¿Habéis sentido alguna vez el vértigo de la soledad?
Constantemente. Ha influido el lugar donde vivimos, el difícil encaje con otras bandas (sobre todo para los directos), la opinión que tenemos sobre la industria de la música y las bandas subvencionadas, y sobre todo por nuestro ritmo de trabajo, que ha hecho que nuestros discos y conciertos sean intermitentes en largos plazos de tiempo. Todo esto crea falta de ubicación.

La escena musical del País Vasco siempre ha sido rica en artistas arriesgados e innovadores (Dut, Gutariko Bat, Akauzazte, Tzesne, Lisabö, Cancer Moon, Mikel Laboa...) ¿Con quién os habéis sentido más cercanos a lo largo de vuestra trayectoria?
Con todas ellas en la estética musical, en cuanto al estilo somos muy diferentes. Todos tienen buenas aportaciones. Añadiría a la lista a Jupiter Jon, Layo Raser, Borrokan…

¿Qué queda en 2013 de aquellos Desvän del macho que debutaron en 1992 con “Hermana violencia”?

Queda la honestidad con la que empezamos y seguimos buscando dignidad en lo que exponemos. Mi hermano Francisco y Vicente dejaron la banda en el 2008, después de grabar “Vida a partir del huevo”, sin estridencias. Jonás y Manex son el complemento perfecto para las nuevas composiciones. Seguimos aceptando con naturalidad los nuevos tiempos, valorando tecnología y desarrollos musicales, de los que nos nutrimos por adaptación. El desvän del Macho como identidad ha cambiado poco. Estilísticamente también seguimos con la constante de que cada trabajo sea diferente.








lunes, 29 de julio de 2013

THIS HEAT


This Heat es uno de esos casos en los que tópicos como el de “grupo adelantado a su tiempo” son más que justificados. Un grupo clave en la historia del rock experimental, que hizo de puente entre la década de los 70 y la de los 80 y cuya música ha ejercido una influencia tangible en cientos de grupos que siguieron su estela. Definidos como “el eslabón perdido entre el krautrock y el post-rock”, este iconoclasta trío inglés creó un sonido nuevo y excitante, explorando terrenos todavía vírgenes e inhóspitos a finales de los 70, en una propuesta que de manera intuitiva y anti-académica abarcaba los experimentos sonoros de los grupos alemanes como Faust o Can, la musique concrete de Pierre Henry y Pierre Schaeffer, la técnica depurada del rock progresivo más radical, la complejidad del Rock in Opposition, el espíritu rompedor del post-punk así como la manipulación de cintas, adelantándose a géneros como el post-rock, el avant-rock o el math-rock.

Formados en 1976 por Charles Hayward (batería, percusión y voces), Gareth Williams (bajo, teclados y voces) y Charles Bullen (guitarras, teclados y voces), el trío grabó en 1977 dos sesiones para John Peel en la BBC. Esta fue la primera ocasión en que This Heat plasmaron su fascinante propuesta musical en cinta, y el resultado no podía ser más espectacular. A pesar de llevar juntos sólo un año, ya demostraban una increíble madurez y un discurso absolutamente claro y elaborado. Creo que hay pocos grupos en la historia del rock que hayan madurado tan rápidamente y en tan sólo un año de existencia se las apañaran para sonar tan bien. No me quiero ni imaginar la cara que pusieron los oyentes de la BBC cuando escucharon estas canciones en 1977, pero supongo que no saldrían de su asombro ante la riqueza e intensidad que ofrecieron This Heat en estas dos Peel Sessions. Temas como “Horizontal Hold” suenan agresivos, disonantes, angulares, con imprevisibles cambios de ritmo y unas líneas melódicas circulares e hipnóticas que combinadas con el arsenal electrónico primitivo y los sonidos manipulados en estudio les hacía sonar a años luz de lo que se estaba cociendo en aquella época. Las conexiones con el post-punk y el krautrock están ahí, naturalmente, pero This Heat sonaban mucho más vanguardistas y exploradores. “Not Waving” suena misterioso y exótico, con ese ambiente de fondo entre narcótico e inquietante, mientras que en “The Fall of Saigon” el enjambre de loops y sonidos pregrabados nos sumergen en un asfixiante viaje febril. “Makeshift”, una de las piezas más potentes, va evolucionando a través de diversos cambios de ritmo hasta alcanzar una liberadora explosión en la parte final del tema. Además, en estas Peel Sessions el grupo ya daba rienda suelta a su pasión por la improvisación y el caos en diversas piezas de sonoridad libre y espontánea. Estas dos sesiones salieron a la luz en los años 90 bajo el título de “Made Available: The John Peel Sessions”, siendo una pieza básica en la discografía del grupo.

El primer disco del trío fue publicado en 1979, y se tituló “This Heat”. Fue grabado entre 1976 y 1978, un largo período de tiempo en el que pudieron trabajar en un minucioso proceso de grabación, mezcla y manipulación de sonidos, que se hizo patente en la gran variedad de ambientes, atmósferas y temas. En el disco se incluyen versiones estilizadas de algunos temas incluídos en las Peel Sessions, además de algunos temas nuevos que se mueven entre la experimentación más abstracta, el ruido visceral, la electrónica añeja, sonidos acústicos de origen incierto, repeticiones hipnóticas, post-punk, tribalismo e improvisación. Cada composición constituye un universo en sí, independiente de las demás: temas como “Twilight furniture” o “Music like escaping gas” muestran un enfoque estilístico tan variado e iconoclasta que es imposible imaginar cómo terminará cada canción o qué escucharemos en la siguiente. Este disco, complejo, confuso, paranóico, imprevisible, es una de las grandes obras del rock experimental de todos los tiempos, un trabajo de una riqueza inagotable y que con el paso del tiempo sólo hace que mejorar.

En 1980 apareció un single, que en una cara incluía uno de sus mejores temas, llamado “Health and Efficiency”. Esta composición es tan dinámica, moderna y avanzada que parece increíble que fuese grabada en aquella época. Los ritmos complejos y matemáticos dominan en la primera parte de la canción, para dar paso a una segunda mitad donde una figura melódica incansable y repetitiva, a la búsqueda del trance, es salpicada por diversos sonidos pregrabados de corte ruidista, para conducirnos a un apoteósico clímax, muestra del poderío y músculo del que This Heat hacían gala. En la cara B nos encontrábamos con “Graphic: Varispeed” una pieza ambiental compuesta por una serie de drones que van explorando diversas sonoridades y texturas. Uno nunca esperaría escuchar una pieza de estas características en un disco de This Heat, pero el grupo tenía tan clara su vocación experimental que nunca temieron traspasar fronteras estilísticas y géneros, como en este caso.

Su segundo y último disco se tituló “Deceit” y fue publicado en 1981. Para este trabajo, influídos por su conexión con el Rock in Opposition (especialmente por Henry Cow y Art Bears), el trío optó por una serie de textos no tan herméticos como los del pasado sino que adoptaron una posición más crítica y comprometida políticamente (sólo hay que ver la portada para darse cuenta), posicionándose respecto a la amenaza nuclear, el thatcherismo y el imperialismo. Continuaban con su propuesta increíblemente avanzada e innovadora pero en esta ocasión intentaron aproximarse algo más al concepto de “cancion”, depurando el sonido, estructurando más sus composiciones y dándoles un acabado más tradicional, aunque siempre desde su particular e inclasificable perspectiva. Diversas composiciones de corte vanguardista como “Sleep”, “Triumph” o “Shrink Wrap” son muestras del trabajo en estudio y la manipulación de sonidos que tan bien dominaban. “Paperhats” es uno de sus temas clave: repeticiones obsesivas, voces amenazadoras, cambios de ritmo constantes, precisión matemática y atmósfera sombría. En “Makeshit Swahili” recuperan uno de los temas de sus Peel Sessions y nos ofrecen otra muestra de post-punk heterodoxo pasado por el filtro del Rock in Opposition. “A new kind of water” y sus extrañamente hermosas melodías van subiendo en intensidad y metamorfoseándose hasta conducirnos hasta un desgarrador y dramático final que culmina en la apocalíptica pieza instrumental que cierra el disco: “Suffer Bomb Disease”, cuyo regusto amargo permanece en nuestro subconsciente durante mucho tiempo.


Tras la publicación del disco, Gareth Williams abandonó el grupo para marcharse a la India a estudiar Kathakali, y aunque This Heat continuaron durante unos meses (este vez como cuarteto, con la aportación de Trevor Gorowny al bajo y de Ian Hill en los teclados), el grupo se disolvió en 1982. A pesar de que en los 90 hubo varios intentos de reunir al trío original, la ansiada reunión nunca tuvo lugar, y parece que la idea se desestimó definitivamente al fallecer Gareth Williams en 2001. Nunca sabremos lo que nos habrían ofrecido This Heat en el caso de volver a tocar juntos, lo que sí que sabemos seguro es que su aportación al rock más vanguardista y experimental siempre estará ahí, y con los años, la etiqueta de “grupo de culto” no hará sino crecer.

sábado, 22 de junio de 2013

ORCHID




Escuché por primera vez a Black Sabbath hace unos 30 años, cuando iba a la escuela. Una cinta prehistórica del “Paranoid” que estudié y repasé cientos de veces. Yo no era consciente de ello en aquel momento, pero mi cerebro estaba siendo transformado y marcado para el resto de mi vida. Desde aquel entonces, mi obsesión por el riff perfecto sólo ha hecho que crecer. Aquello me dejó tal huella que a partir de ahí, a pesar de haber evolucionado y escuchado muchos y distintos tipos de música, la predilección por el hard rock setentero, el stoner rock y el doom ha formado un poso que nunca desaparecerá. Naturalmente después me dediqué a investigar todas las posibles variantes de ese riff primigéneo y cavernícola, empezando por Hendrix, Led Zeppelin, Blue Cheer y demás monstruosidades, pasando por Saint Vitus, Melvins, Cathedral, Kyuss, Sleep, Electric Wizard y otros tantos que fueron incorporándose a mi vocabulario musical, pero como ya dije, todos ellos siempre bajo la sombra alargada de Black Sabbath. Y hoy en día, en pleno auge del llamado “occult rock”, entre toda la nueva hornada de grupos doom y stoner, hay una banda que para mí destaca sobre el resto: se trata del cuarteto norteamericano Orchid. Su ep “Through the Devil's Doorway” (2009) y su lp debut “Capricorn” en 2011, fueron toda una declaración de intenciones: los ecos de Sabbath se podían percibir en cada corte de los dos álbumes, y la producción absolutamente 70s, así como el diseño vintage que acompañaba a los discos, los convirtieron en una de las sensaciones del retro-hard rock contemporáneo. Tras otro ep en 2012 (“Heretic”), estuve esperando con ansia su segundo disco, “The Mouths of Madness” (2013) y el grupo no me ha defraudado en absoluto. Siguen dándole un repaso bestial al “Master of Reality” y al “Vol. 4”, ofreciéndonos un nuevo recital de riffs calcados a los que tocaba el maestro Tony Iommi. Otro pedazo de disco, con un sonido todavía mejor que el de su debut, con más matices, más espacio, muy variado y dinámico (combinando distorsión y contundencia con incursiones acústicas y pasajes psicodélicos), siempre manteniendo las raíces del hard rock pero sin perder de vista las melodías ni las buenas composiciones. Sonido setentero clásico, sin excesos, pero interpretado con elegancia, con gusto y con canciones que, al igual que ocurría con Black Sabbath, tienen una base sólida y potente pero pegadiza. Mucha gente les acusa de ser una mera copia del original, y en eso no hay discusión posible, pero es que a ver, señores, el stoner rock y el doom nunca han sido géneros originales ni innovadores sino que se basan primordialmente en el sonido Sabbathiano y el hard rock setentero más sucio y fumeta, todo ello con la intención de ofrecer diversas perspectivas y aproximaciones al riff perfecto. Pero innovar dentro de este género es imposible e incluso contraproducente: la experimentación me apasiona, pero en otros géneros, lo importante aquí es mantener esas raices, esa atmósfera fumeta, ese feeling, y lo que más se valora no es la originalidad sino la autenticidad, la pureza y la actitud, pasando de modas y géneros que van y vienen. Y en ese sentido Orchid le pasan por encima a la mayoría de grupos que circulan hoy en día en esta escena del retro-hardrock. La calidad de sus canciones es incontestable, el grupo suena compacto y engrasado, las sensaciones que producen esos riffs son de una pureza inagotable, es como cerrar los ojos y estar en 1972 escuchando el disco perdido de Black Sabbath, y sobre todo su actitud es encomiable, creen en lo que hacen, lo viven, lo hacen de manera convincente y no como meros aficionados. Así pues, voy a encender el incienso, a cerrar los ojos y a dejarme llevar por “The Mouths of Madness” y su excitante universo psicotrópico hasta los confines de la locura.

miércoles, 29 de mayo de 2013

SCOTT WALKER: "Bish Bosch" (2012)

Una reseña escrita por Blackdecker.


Es una manera de entenderlo. La peste más intensa de la ciudad, que se introduce por tus narices hasta el fondo de tu tripa, a jugar con tu resistencia, con tu talante de tipo duro. Un sonido de machetes, unas ventosidades, la voz eterna, el concepto de ese "Jardín de las Delicias" de Hyeronimus Bosch en busca del sonido, el arriba y abajo de la tensión. El riesgo entendido como algo diario, como comerse un yogur apoyado en la nevera antes del catre. A partir de aquí, lo compras o no lo compras. Nadie te obliga. Abres la puerta a esta maldición por voluntad propia. Entonces, el día se apaga, se nos va la luz y arranca un invierno nuclear a base de lamentos y de confesiones dolorosas. De un amor espinoso que nunca va a tener descanso, que nunca encontrará a quien corresponda, el jodido ser querido. Nadie obliga a nadie, excepto las injusticias diarias que nos entran por todos lados, teléfono, internet, prensa. En el tiempo de los excesos, los artistas corresponden con engrudos como este "Bish Bosch", en el tiempo de la telebasura y del chismorreo, alguien debe lanzarse unos pedos y pretender que los olamos. Cuando la corrupción es palabra, alguien acaba con la pureza. Machetes, dientes que castañean, miedo líquido. Palabras gruesas, insultos y amenazas. Da igual el orden, cómo lo encajemos. Alguien debe hacerlo. El compromiso llega como un tren sin freno ni maquinista. Alguien quiere darle cuerpo a nuestras pesadillas para arrancarnos de la cama, de los brazos de esa pareja que tenemos tan vista, para lanzarnos a un infierno de cafeterías y gentes normales, aburridas por el espiral de las noticias iguales. Alguien tocará las maracas, que son calaveras vacías rellenas de bolitas de mala suerte. No hay un milímetro para la felicidad, eso lo tenemos claro. En caso contrario, ya saben, cuando alguien ríe demasiado y aquello se convierte en una mueca, Scott Walker al aparato.

lunes, 20 de mayo de 2013

DEATHPILE: "G.R."



Hay veces que da miedo pensar en las aberraciones más inmundas que se esconden en algunos sueños, en la depravación y la decadencia más extrema en la que puede caer el instinto humano, en toda la violencia, el rencor y el odio que puede llegar a anidar en un corazón. Deathpile, grupo clave en la escena del true crime electronics estadounidense junto a otros proyectos tan marginales como Taint, Slogun o Sickness, se encargan de canalizar todas estas terribles sensaciones y exorcizarlas a traves su arte. Un arte sucio, abyecto, retorcido, de difícil digestión, e incluso insoportable para la mayoría de personas. Pero para los aficionados de la música más extrema, peligrosa y salvaje, su discografía es algo así como un tesoro oculto. Dentro de la escena Power Electronics, Deathpile son quizás el grupo que más se aproxima a la “perfección”. Su sonido ejemplifica con absoluta fidelidad este estilo, ya que su propuesta, absolutamente ortodoxa y old-school, sigue el patrón marcado por los pioneros como Whitehouse, Ramleh o Sutcliffe Jügend, cumpliendo todos y cada uno de los cánones del género y ofreciendo exactamente lo que los oyentes andan buscando para satisfacer sus deseos más bajos y perversos. “G. R.” es el disco que cerró su fascinante discografía. Fue grabado en 2003 y gira en torno a los asesinatos que tuvieron lugar en la zona de Green River (Seattle) en los años 80, en uno de los capítulos más oscuros de la historia negra de los Estados Unidos. Las letras giran entorno a los pensamientos y sentimientos del asesino en serie Gary Ridgway, quien asesinó a más de 40 mujeres (la mayoría de ellas prostitutas), unas letras escritas en primera persona y que desgranan de manera espeluznante lo que se escondía en el interior de esta bestia humana, su soledad extrema, su alienación, su misoginia, su sufrimiento y su desamparo. La música es pura rabia y odio: murallas de ruido disonante, chirriante, electrificado y corrosivo al límite, aderezado con ciertos matices psicodélicos, una atmósfera de pesadilla y unas voces primitivas y salvajes que vomitan con una rabia descomunal una letras tan obscenas y desgarradoras que hacen dudar de la estabilidad mental de Jonathan Canady, el responsable de Deathpile. Banda sonora para las peores pesadillas, una auténtica masacre sonora que nos hace enfrentarnos cara a cara con las perversiones y los miedos más oscuros del alma humana.

jueves, 25 de abril de 2013

ELECTRIC MOON: "THE DOOMSDAY MACHINE" (2012)


“The Doomsday Machine” podría definirse con un simple adjetivo: orgásmico. Efectivamente, las sensaciones y la intensidad que transmite este disco son tan exuberantes que sumergen al oyente en un estado de relajación y placer absoluto tras el alucinante viaje cósmico, físico y mental que nos ofrecen sus composiciones. El trío alemán Electric Moon viene deleitando nuestros oidos desde 2010 con una prolífica discografía en la cual este “The Doomsday Machine” es para mí su trabajo más notable. Un descomunal disco de casi 80 minutos de duración cuyos vasos comunicantes son atravesados por las jams ácidas de Earthless, el stoner psicodélico de Colour Haze, el space rock de Magnog y los ambientes lisérgicos de Hawkwind. La improvisación y las jams exploradoras son la base de su música: el trío suena compenetrado y natural a lo largo de estos extensos viajes (los temas tienen una media de 15-20 minutos de duración cada uno), haciéndonos recorrer todo tipo de paisajes sonoros marcados por la búsqueda permanente del riesgo y lo desconocido. La sensación de libertad que transpiran los temas es increíble, hay veces que la música fluye en miles de direcciones distintas, llevándonos desde momentos de calma perezosa a explosiones de electricidad inmensas. A pesar de ello, Electric Moon tienen el control de la situación en todo momento, quieren que nos perdamos en su maelstorm sónico pero siempre nos rescatan en el momento apropiado, se nota que saben perfectamente lo que están haciendo y que esa espontaneidad con la que suenan tiene una base muy sólida y trabajada. De hecho, diría que hay pocos grupos en la escena actual que tengan una química y una magia como la que tienen Electric Moon. El sonido del grupo es cálido, orgánico y absolutamente eléctrico: el trabajo de guitarras de Dave Schmidt es un auténtico espectáculo de efectos psicodélicos, wah, fuzz, distorsión, delay y riffs fumetas, mientras que Komet Lulu al bajo y Pablo Carneval en la batería ofrecen la propulsión adecuada y hacen que los riffs avancen viscosos e imprevisibles como un río de lava. Los temas suenan como llegados de otra dimensión, suenan misteriosos y exóticos, influídos sin duda por el consumo de sustancias estupefacientes así como por la fascinación por los agujeros negros y los viajes intergalácticos, proponiendo así una nueva vuelta de tuerca al género del space rock, el stoner rock y el heavy psych.

martes, 26 de marzo de 2013

OM



Hay gente para la que Sleep fue una auténtica religión en su momento. Tras su disolución y diversos años de travesía en el desierto, la aparición de Om y su “Variations on a theme” en 2004 fue todo un regalo y una bendición. Nuestros adorados Al Cisneros y Chris Hakius (la base rítmica de Sleep) seguían forjando riffs humeantes en busca del trance a través de las repeticiones obsesivas que caracterizaban esa obra maestra que fue “Dopesmoker”, pero esta vez lo hacían sin guitarra, en un ejercicio en plan más difícil todavía. Tanto ese disco como el segundo, “Conference of the birds” (2006) seguían las directrices marcadas por Sleep pero desde una perspectiva nueva y original, trabajando grooves hipnóticos con su espartana estructura de batería-bajo-voz, aunque manteniendo los poderosísimos riffs y el cálido fuzz que caracterizaba a su anterior grupo.

Con la edición de “Pilgrimage” en 2007 pudimos entrever que el dúo empezaba a cambiar y a añadir elementos psicodélicos, partes más tranquilas sin distorsión (que ejercían de contraste con los segmentos rebosantes de fuzz y los grooves más densos) y cierto aire religioso llegado de los paises árabes. Om seguían en su peculiar peregrinaje y nos ofrecían su particular versión del stoner pasado por el filtro del dub y la música ritual.

Cuando Chris Hakius abandonó el grupo y fue sustituido por Emil Amos, algunos pensamos que la química establecida entre Cisneros y Hakius durante tantos años podía desaparecer, pero todos nuestros temores estaban infundados ya que la nueva formación de Om nos sorprendió en 2009 con “God is good”, un disco que ofrecía un nuevo sonido basado en los tres discos anteriores pero evolucionando sin miedo y añadiendo más psicodelia y elementos étnicos provenientes de oriente (la influencia de la historia, cultura y religión en Israel se va agudizando). El tandem formado por Cisneros y Amos no tiene nada que envidiar a la anterior formación del grupo, ya que la riqueza percusiva incorporada por Amos hizo que el horizonte sonoro de Om se ampliase considerablemente absorbiendo influencias nuevas. “God is good” fue un album de transición en el que se despojaron de sus ropajes antiguos y empezaron a cambiar la piel y a ofrecer una nueva dimensión a su sonido en vez de acomodarse a la fórmula que ya conocían bien y que su público podía identificar fácilmente.

Y ya en 2012 apareció su nuevo trabajo, titulado “Advaitic songs”, un disco cada vez más lejos de su sonido inicial y que profundiza todavía más en los elementos étnicos, en la world music, en la búsqueda del misticismo y en las influencias llegadas del lejano oriente. Atrás quedaron los riffs densos y pesados (tan solo en “State of non-return” se percibe el músculo que el dúo exhibía antaño), ahora lo que predomina es la atmósfera, los drones meditativos, la belleza subyugante y misteriosa del desierto, las estructuras riquísimas en sonidos y el ambiente árabe que empapa esos grooves elegantes, complejos e hipnóticos, más cercanos al rock progresivo que al stoner. El despliegue instrumental es una de las cosas que más llama la atención del disco (algo que ya habían iniciado en su anterior obra “God is good”): además de los omnipresentes bajo y batería esta vez han incluido piano, cello, flauta, tabla india, sítar, guitarras y un espectacular arsenal percusivo, ofreciendo así una profundidad y variedad en el sonido nunca vista hasta ahora en sus anteriores trabajos. El sonido es mucho más calmado y psicodélico que en sus anteriores obras: ya casi no hay distorsión ni fuzz, ahora lo que predomina son los ritmos hipnóticos que fluyen de forma libre y orgánica y los drones expansivos que envuelven al oyente. Es un enfoque increiblemente creativo e imaginativo, siempre con el objetivo de la búsqueda del trance y la trascendencia, uno de los leit-motifs del grupo desde sus inicios y en lo que nunca han cambiado. Om eran conscientes de que su propuesta sonora se les estaba quedando pequeña y que las dos opciones que tenían eran seguir repitiendo el mismo disco una y otra vez o bien expandir su paleta sonora y buscar nuevas direcciones, y han decidido tomar la ruta más difícil y arriesgada, pero en nuestra opinión la más satisfactoria, ya que el dúo está creciendo a pasos de gigante y nos ha ofrecido un disco de una madurez incontestable y que sin duda se convertirá en un clásico.

Para muchos su obra maestra, para otros una traición y el abandono de sus raices y su antiguo sonido. Nosotros lo tenemos claro. A ti te toca elegir.

lunes, 18 de febrero de 2013

NECROPOLIS



Hace poco estuve leyendo un artículo sobre la ciudad fantasma de Pripyat y las secuelas del accidente de la central nuclear de Chernobil. Las fotos eran realmente estremecedoras: edificios abandonados donde la naturaleza y los escombros campan a sus anchas, norias oxidadas en parques de atracciones vacíos, escuelas donde los libros todavía permanecen abiertos sobre las mesas... Un paisaje apocalíptico de ruinas, hierro y desolación que el ser humano no podrá volver a pisar hasta dentro de más de 20.000 años debido a los altísimos niveles de radiación. Estas imágenes y sensaciones me acompañaron durante unos días, y curiosamente durante este tiempo sentí la necesidad de volver a escuchar “Necrosphere”, el único disco que los rusos Necropolis grabaron allá por el año 2003 y que con el paso del tiempo se ha convertido en una auténtica joya en el panorama del ambient más oscuro y siniestro. Necropolis era un proyecto originario de Siberia, un lugar cuyo clima y naturaleza tan extrema es propenso a la aparición de proyectos tan interesantes en la escena dark ambient como este (y como otros de los que ya hablamos en un artículo anterior: http://famzine.blogspot.com.es/2011/09/ad-lux-tenebrae.html). “Necrosphere” capta a la perfección esa atmósfera apocalíptica y desolada a la que hacía referencia anteriormente: esas andanadas glaciales de teclados, ese frío viento siberiano, los drones sostenidos oscilando entre olas de electricidad estática, los ecos y reverberaciones de fábricas abandonadas, el sonido de trenes sobre raíles avanzando por paisajes inertes, emisiones no identificadas que provienen de satélites lejanos... Las dos piezas que componen este disco fueron grabadas en diversos silos abandonados donde se guardaban misiles durante la época de la guerra fría y después manipulados y regrabados en el estudio, así que el sonido es rico en ambientes ultra-profundos y densos y en sonidos de naturaleza post-industrial, así como en sugerentes y misteriosos field recordings que aumentan la sensación onírica y visual de los temas. La atmósfera es melancólica y desolada, transmitiendo una bellísima sensación de abandono y soledad, como un paseo nocturno por las calles de Pripyat, donde sus muertos continuan hablándonos a través de esta música. Escuchar este “Necropolis” es sin duda una experiencia fascinante y un viaje por los rincones más oscuros de la sociedad post-industrial.  

martes, 29 de enero de 2013

AMEBIX



Mientras Margaret Thatcher mandaba y ordenaba con puño de hierro en la Inglaterra de finales de los 70 y principios de los 80, una efervescente escena de grupos anarco-punk combativos y nihilistas floreció para ejercer como revulsivo ante la asfixiante avalancha conservadora. Entre ellos destacaban Amebix, quienes con sólo dos discos (“Arise” en 1985 y “Monolith” en 1987) se convirtieron en un grupo de culto, aunque absolutamente infravalorado y pasando desapercibido para la mayoría, quizá debido a su enfoque tan poco ortodoxo en la escena en la que se movían. Tras varios años en paradero desconocido, volvieron a la carga, aunque su retorno en 2011 con "Sonic Mass" no estuvo a la altura de las expectativas que el grupo había creado.

Amebix son considerados como los pioneros de la escena crust, del sludgecore y del crossover, ya que su sonido combinaba de manera híbrida elementos del punk, del metal, crítica social, premoniciones apocalípticas, mezclando con gran acierto influencias de Motorhead, Discharge, Venom, Killing Joke y Joy Division.

La brutalidad primitiva de sus riffs y el sonido robusto y musculoso que exhibe el grupo es tan solo una parte de su encanto, ya que Amebix también tenían una asombrosa capacidad para elaborar melodías y atmósferas oscuras cercanas al rock gótico, así como un gran afán de experimentación que sin duda bebieron del post-punk. Un sonido denso y viscoso que conforme fueron pasando los años fue disminuyendo en brutalidad pero ganando en matices, reduciendo la velocidad habitual del hardcore para ralentizar sus tiempos y evolucionar hacia un sonido más metálico, oxidado, pantanoso e incluso melódico en ocasiones.

Si uno se para a pensar, las condiciones socio-políticas en las que aparecieron Amebix no son en absoluto diferentes a las que vivimos hoy en día en plena dictadura neo-liberal, así pues tenemos la excusa perfecta para revisar sus discos y poner en práctica su lema de “Use your head: no gods, no masters”.

jueves, 3 de enero de 2013

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