miércoles, 18 de junio de 2014

REGULATOR WATTS


Alex Dunham fue uno de los guitarristas más interesantes e idiosincráticos de los años 90. Su trabajo en grupos como Hoover y Abilene así lo demuestra. En medio de estos proyectos, Dunham fundó un trío llamado Regulator Watts, cuyo único disco, “The Aesthetics Of No-Drag” (1997) y un ep (“Mercury”, de 1998) son uno de esos tesoros prácticamente desconocidos del underground norteamericano. Su revisión del post-hardcore pasa obligatoriamente por Fugazi, Slint y June of 44, pero el grupo dotó a su propuesta de una personalidad y un sonido propio que les convirtió en algo muy especial. Su música ruge desde los altavoces y hace explotar los tímpanos con ese sonido seco, crudo, electrificado e increíblemente intenso que Regulator Watts crearon con inusitada madurez. Sabían utilizar con gran acierto el contraste entre ruido y silencio, entre calma tensa y explosiones de violencia, entre feedback incendiario y melodías inquietantes. Su acercamiento al rock era casi minimalista, ya que el sonido es más bien espartano, basándose en ese descomunal sonido de guitarras para ir creando tensión y explorar estructuras intrincadas con tan sólo tres instrumentos. Las complejas estructuras (otra vuelta de tuerca al post-hardcore) suenan sencillas en sus manos, combinando guitarras ultra-disonantes y torturadas (pocas veces he escuchado a alguien hacer gritar a su guitarra de esa manera) con una base rítmica super-compenetrada y fluida, todo ello rematado por una voz que va desde el susurro más lánguido al grito desgarrador. En ocasiones el trío crea atmósferas cercanas al slow-core, con ritmos lentos y ecos fantasmagóricos (que más tarde explorarían en Abilene) para después estallar en ritmos abruptos, sincopados y en abrasivas andanadas de riffs atonales y rugientes de distorsión. A pesar de ser un trío, los niveles de ruido, de salvajismo sonoro y de catarsis a los que llegan (con muchísima clase y elegancia, eso sí) son sencillamente gloriosos. Una magistral lección de belleza y violencia, como un caballo loco desbocado galopando sin rumbo hacia un acantilado.

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